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Sunday, March 22, 2009

El Día Que Conocí A Kat Von D

La alarma sonó a las 6:30 am. Era tan temprano, por un momento pensé; ‘‘no, no vale la pena, mejor sigo durmiendo’’ Finalmente salí de mi cama a las 6:40 y tome la ropa que había seleccionado cuidadosamente la noche anterior. Me apresure a darme un baño, rasurarme, exfoliarme la piel, cepillarme cuidadosamente cada diente y realizar una meticulosa inspección de cada espacio con hilo dental. Tome el enjuague bucal y lo mantuve en la boca 3 minutos más de lo que indica la botella, cuando estaba convencido de que mi aliento apestaba a menta, y era insoportable el ardor en la lengua, lo escupí. Le di forma a mi mohicano y me rocié la cantidad precisa de la mejor loción que había sobre la repisa.

Tome mi morral, el cual también había empacado la noche anterior con todo lo necesario; iPod, un cuaderno, un libro de Chuck Klosterman, dos plumas, un paquete de chicles, mi encendedor de Eddie Vedder y unos cigarros. Salí de mi casa a las 7:05 justo a tiempo para tomar el camión 43 con dirección a la estación de tren de Stamford. En el camino a la estación armaba un playlist en mi iPod con lo que pensaba que era música adecuada para la ocasión. Había leído muchísimos artículos sobre la música que acostumbra escuchar mientras trabajaba en su estudio y en sus ratos libres, la cual variaba desde Slayer, hasta Selena.

Una vez en la estación compre mi boleto de viaje redondo a la terminal Grand Central. Hice una escala en el Dunkin Donuts de la estación y compre el desayuno de campeones; una dona y un chocolate caliente. Mientras esperaba que el vagón arribara a la estación, repasaba en mi cabeza la dirección de la librería donde se llevaría a cabo la firma y las tres rutas que había trazado para llegar.

El tren llego a la estación con 13 minutos de retraso, y todos los oficinistas se aglomeraban para ser los primeros en entrar al chingado vagón. Yo me encontraba tranquilo, bebía las últimas gotas de mi chocolate caliente, di unos pasos hacia el bote de basura y tire mi vasito, viendo como estos tipos se querían deshacer por ser los primeros en subir al tren que ni siquiera había terminado de llegar. Lo que estos tipos bien vestido no sabían, era que yo tenía dos cartas a mi favor; la primera, que crecí en el DF y en más de una ocasión me ah tocado batallar contra mares de gente para apañar un lugar dentro de la gran limosina naranja. Y la segunda; que era un hombre con una misión, nada ni nadie en el mundo era más importante para mí en este momento que llegar a Barns & Noble en la calle Warren de Manhattan cuanto antes para hacer fila y poder conocer a mi Diosa; Kat Von D.

Cuando el vagón por fin hizo un alto, mis ojos se tornaron rojos, tome mi morral y lo coloque frente a mi cual si fuese un escudo y me lancé a la carga contra todos los ejecutivos vestidos de traje, era algo así como una mezcla entre el Rey Leónidas de 300 y contra los clones de agente Smith de The Matrix, jajaja, bueno, tal vez estoy exagerando un poco. Una vez adentro, tome asiento y acomode mis pertenencias debajo de mi asiento. Me puse mis audífonos y al sonido de Yellow Ledbetter de Pearl Jam, cerré los ojos y trataba de imaginar cómo sería estar cara a cara con la chica de mis sueños. Pensaba en que le diría en los 15 segundos que la tendría frente a mí y en que podría hacer para que la experiencia fuera tan memorable para ella como para mí.

El tren hizo 50 minutos a la terminal Grand Central, la cual se localiza en el centro de la Gran Manzana. Debo decir que aunque eh ido a Nueva York como 20 veces, sigo sintiendo el mismo asombro de siempre cada que pongo pie en ese edificio. Salí a la calle 42 y camine hacia Time Square donde tome la línea roja del Subway. Baje en la calle Market y camine una cuadra a la librería. Mientras caminaba pensaba; ‘‘No mames, que pinche frio hace, ojala y no me toque hacer fila afuera’’. Entre a la librería y ya podía ver una turba iracunda de tipos tatuados de pies a cabeza y chicas hard core con cabellos rozados recibiendo instrucciones de una cajera que media 160.

Turba Iracunda (TI) - ¿Cómo que tenemos que volver a comprar el libro?

Cajera (C)- Si quieren entrar a la fila tienen que comprar el libro aquí.

TI - ¡No joda, Son 30 dólares!

C - Las instrucciones estaban muy claras en nuestra página de internet.

TI - Que estafa

C - Lo pueden comprar o dejar de estorbar, pero decidan ya.

TI - se retiran indignados y derrotados por una mujer vestida de bibliotecaria

Mientras tanto, yo entre mi pensaba ‘‘pinches jodidos’’. Y también estaba sorprendida de que una mujer tan pequeña hubiera mandado a esos tipos a sus casas regañados, sobre todo porque tenían la apariencia de que podrían haber lanzado a la mujercita por la ventana sin el menor esfuerzo. En fin, yo pague mi libro y la misa cajera, con una sonrisa en la cara me dio una pulsera morada y elogió mi peinado.

Pase a la fila donde habían apenas unas 100 personas de todos tamaños, sabores y colores; hispanos, blancos, negros, judíos, italianos, nerds, tatuados, rockeros, artistas, emos, viejos, jóvenes y uno que otro niño. La buena vibra se percibía desde lejos, todos se encontraban emocionados y todos contaban una historia de cómo Kat Von D les cambio la vida. El dude que se encontraba delante de mí se presento y me ofreció su mano tatuada. Comenzamos a platicar y me dijo que él venía siguiendo a Kat desde Philadelphia. Siendo que él era el que más veces había conocido a las estrella de LA Ink, se convirtió en el gurú del grupo, nos decía que podíamos esperar y nos contaba de todas las personas que lloraban cuando la veían salir.

Otro tipo de la parte delantera de la fila, quien aun estaba indignado por haber tenido que comprar el libro por segunda vez, se chingo un cuaderno en blanco de una de las repisas y comenzó a escribir en el, cinco minutos después lo paso al que se encontraba detrás de él, y así sucesivamente, cuando el cuaderno llego a mis manos, descubrí que el plan era pasarlo a cada integrante de la fila para que cada uno escribiera una dedicatoria a Kat Von D, y el encargado de entregarlo seria el ultimo en la fila, o el güey que se acabara la ultima pagina.

Finalmente, después de varias horas de espera, salió Kat Von D detrás de las cortinas moradas, portaba un brillo que iluminaba la habitación como un sol. Era preciosa, no, que digo preciosa, era bellísima, no, que digo bellísima, era hermosa. El regalo de Dios al mundo, la perfección hecha mujer, ¡y con tatuajes!

La fila avanzaba y el momento de la vedad estaba cada vez más cerca. Yo abrazaba mi libro y preparaba la portada para mi autógrafo. Tomaba fotos de la mujer más hermosa que eh visto en mi vida y me preguntaba cómo era posible que tanto estilo, carácter y actitud cupieran en una sola mujer. El momento había llegado, había solo 3 personas en la fila frente a mí, en menos de un minuto estaría frente a Kat Von D.

Di el primer paso hacia el mejor momento de mi vida. Kat volteo a verme con una gran sonrisa y estiro la mano para saludarme, yo me puse frente a ella y le di un abrazo el cual ella correspondió. Mientras tomaba mi libro para firmarlo yo le decía;


- Kat, sabes que te amo, y eso más que obvio que tú también me amas, pero, seamos honestos, lo nuestro no puede ser. Yo no estoy listo para una relación seria. Este tiene que ser el fin, por favor, ya no me sigas, solo te haces daño

- Y ella así de; No Eddie, no me dejes, no puedo vivir sin tu amor, si quieres dejo mi estudio de tatuajes, abandono a Nikki Sixx, me mudo contigo a México, pero no me dejes

- y yo así de; Ya Kat, supéralo, no eres la primera mujer que abandono

- y ella solo lloraba

- y yo así de; Ya Kat, no me hagas tus dramas aquí en frente de todos

- y ella se paro y salió corriendo empapada en lagrimas


Jajaja, no, eso es mentira, no se crean, eso nunca paso. Cuando por fin pase, le dije todo emocionado; ‘‘Kat, juro que un día voy a ir a tu estudio en Los Ángeles para que me hagas un tatuaje de Pedro Infante justo en el brazo’’ y ella contesto; ‘‘Oh no ma! A mí me encanta Pedro Infante’’. Firmo mi libro y me lo entrego, pero no me podía ir sin darle un beso, así que me estire para besar su mejilla y antes de que los gorilas de seguridad pudieran sacarme, Kat Von D se inclino y se lo plante.

Salí de la librería donde me encontré con algunos de los que había conocido en la fila y animábamos a los que aun tenían una larga espera de frente. Caminamos unas cuantas cuadras a una pizzería, comimos mientras hablábamos de música y tatuajes. Caminamos hacia la estación de subway que se encuentra frente a los restos de las torres gemelas y nos despedimos. Tome el tren con dirección a Grand Central y así termino mi aventura en Nueva York.











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